Red Eco Alternativo ***

Flor y Espada

PABLO MARRERO

(La Kantuta es la flor nacional de Bolivia. Tiene la forma de una campanita y muchas de ellas llevan los colores de la bandera de éste país)

25 de mayo de 1862. Casa número 218 de la calle España. Chuquisaca. En su lecho de muerte, la anciana observa con detenimiento la habitación. Las paredes blanqueadas, la vajilla de barro en un estante, las vigas recias del techo. Gira la cabeza y ve la cama vacía de Indalecio, su nieto postizo. Vuelve su vista al techo y baja sus párpados cansados. Ochenta y dos años y más de la mitad a pura guerra, cansa. Sola, sin amigos, ni parientes, cansa. Abandonada, con una mísera pensión, cansa.

Una espada y una flor cruzan fugazmente entre ojos y  párpados. ¿Espada o flor? No puedo elegir. No puedo borrar una. La espada con que libré... ¿cuántas batallas? Treinta, treinta y una, treinta y tres. La espada con que asedié mil veces a mi Chuquisaca dominada por los españoles. La espada con la que recuperé la cabeza de mi Manuel, cortada por los godos, clavada en una pica y puesta a la vista de todos, para que sirva de escarmiento, en la plaza de La Laguna.

 

Leer más...

El último abrazo

PABLO MARRERO

(Nos contaron el encuentro de Guayaquil entre San Martín y Bolívar, como un culebrón venezolano).

Boulogne Sur-Mer. 17 de agosto de 1850. 14 horas, 59 minutos.

El último trago de opio vive en el sabor de su boca. Acomoda su cabeza sobre la almohada y fija su vista en el cuadro que lo acompañó en su cuarto durante todos esos años. Esa figura presente en cada noche, antes de cerrar sus ojos; ese hombre que veló sus sueños y lo esperó despierto cada madrugada.

Ahora, apenas alcanza a ver el recuadro con una mancha borrosa en el centro, como si una placa salitrosa se interpusiese entre su vista y la pintura. “Simón”, dice con voz temblorosa, al ver un tenue movimiento en el centro del cuadro. “Simón”, repite al notar que la mancha deforme se desprende de la tela y cruza la placa salitrosa para tomar forma humana.

Leer más...

Sueño de las gotas

“La Simplicidad es la distancia más corta entre dos puntos”

El Chango Orellana a la siesta (de alguna bolsa oriental habrá salido)


Las plantitas de la casita de melincué, la del limonero en el patio y el sauce isleño en la vereda, rebrotan como nacidas de un brazo viejo, reverdecen en otro patio de otra ciudad, bajo otro cielo que es el mismo, con otros aires y otros vientos, debajo del mismo sol. Hay otro limonero que apenas comienza despacioso a florecer, hay un cactus trasplantado del cerro, una bicicleta colgada de un gancho del techito de chapa, pedazos de troncos añejos, un sillón desanudado por tanta lluvia a la intemperie. El Chingolo, que recién dormitaba soñando vaya a saber con qué amnióticos paraísos perrunos arrastra su patita trasera y se balancea en su vaivén de cachorro para ir a tirarse encima del gato y trenzarse en un abrazo de mordidas indolentes, casi fraternales. Allá cerca se escuchan los ecos del traquetear del tren que ya no pasa hace décadas y unas nubes cruzan diáfanas por el pedacito de cielo que se recorta entre las líneas irregulares de las paredes descascaradas.

Leer más...

Angustias del escurrir

Ay piba, siento que se me escurre el tiempo, se me resbala como agua por entre las rendijas que quedan entre los dedos cuando están así juntos, con la mano en forma de cuenco. Aunque ahueques lo más posible la concavidad de tu mano, se resbala. Incluso juntando ambas manos, el borde exterior de una palma pegada a la otra, los huesitos limítrofes del aire que anteceden al brazo presionándose uno a otro, meñique y anular de la mano derecha reposando levemente sobre sus opuestos iguales de la otra mitad del improvisado recipiente, las puntas de los dedos arqueándose suavemente hacia arriba, y los pulgares –condenación de la estirpe- cerrando la redondez imperfecta y mirando impávidos hacia afuera y en sentido contrario, así puestas las manos como para conservar un poco de agua en ellas, para echarse a la cara y despegarse las lagañas o transportar de un lugar a otro para mojar alguna planta o la cara desprevenida de algún punto, pues igual, hagas lo que hagas y más temprano o más tarde, se resbala.

Leer más...

Perruna

GONZALO BESTEIRO

Porque resulta que volví a casa, cargada como siempre, la mochila en la espalda, la bolsa de la compra en una mano, el paraguas porque llovía y cómo, paraguas aferrado debajo del brazo, con el codo haciendo fuerza para un imposible equilibrio y la llave en la otra mano, que encima todavía no me acostumbro a tu puerta, nuestra puerta ya, estoy un buen rato tratando de atinarle a ver cuál es la llave que abre y por consiguiente cuáles son las que no abren y quedaron ahí, de otras puertas y otras casas, porque vos sos así, de juntar inexplicablemente porquerías de ese estilo y de otros. Entonces llego empapada, un poco por la calle y el día, por esta lluvia torrencial que se largó furiosa sobre la ciudad y yo pensaba que seguramente se estaría inundando la casa, entrando el agua por debajo de las puertas, goteando por las juntas del cerramiento del living que fuera patio, resbalando ansiosas por las paredes de policarbonato y vos encerrado sin saber demasiado qué hacer ni a dónde ir, porque llueve y poco y nada se puede hacer cuando llueve y no se tiene demasiado para hacer. Y encima empapada un poco de más, por los segundos torrenciales que me demoré en la puerta de calle, haciendo malabares con la mochila, la bolsa del mercado, el paraguas, la llave, hasta que la emboqué y entré a la casa, y todavía me mojé un poco más en el trayecto del pasillo que por techo sólo tiene unas varillas de metal cuya utilidad nunca supiste indicarme y yo por vagancia intelectual tampoco pensé en decretar, así que segunda puerta -ésta la tengo un poco más fácil por descarte- y abro para adentro, y ni vos ni los perros vienen a saludarme, porque se ve que les pintó la siesta, la lluvia como un canto de sirena para el sueño vespertino y además la cantinela del reposo que te tiene arrobado en estas cuatro paredes que se multiplican en ocho, en doce, en dieciséis, por las habitaciones de la casa, tu casa, nuestra casa, qué raro decirle así.

Leer más...

Ana Romano

Les entregamos poemas de Ana Romano, cordobeza de nacimiento (1944), quien ha publicado dos libros de poesía: De los insolentes fantasmas (Vela al Viento, Argentina, 2010) y Expiación del Antifaz (La Luna Que, Poesía Contemporánea, Argentina, 2014). Ana nació es Profesora de Francés. Obtuvo premios y menciones en certámenes literarios e integró varias antologías. Participó en talleres de poesía coordinados por Fernando Molle, Walter Cassara, Hernán A. Isnardi y en la actualidad con Rolando Revagliatti.

Leer más...

Jonatan Marquez

Nace en el año 1988, en San Antonio de Padua (Pcia. De Buenos Aires.). Es profesor de teatro, actor, mimo, clown. Trabaja coordinando talleres de mimo y teatro en la zona oeste, más precisamente en el partido de Morón. Ha publicado su primer libro de poemas “Súbita Piel” de Ediciones El Mono Armado. 2012. Ganó el Primer Premio en Poesía otorgado por grupo “Buscando un Río” , San Antonio de Papua. 2008.  Hacia el año 2010 obtuvo el Primer Premio “Reunión de Voces” coordinado por el Grupo Pretextos. C.A.B.A

Leer más...

Rubén Derlis

Poeta, escritor y periodista. Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, Argentina, el 12 de abril de 1938. En 1966 comenzó a realizar muestras de poemas ilustrados en el país y en el exterior, en forma individual o conjunta. Colaboró en revistas literarias y periódicos culturales de la Capital Federal y participó en los libros colectivos. Varios de sus poemas fueron musicalizados, ya sea dentro del movimiento llamado Cancionero Testimonial, o en la corriente de la nueva canción.

Leer más...

Our website is protected by DMC Firewall!