(IPS) Brasil - Valdelice Verón lamenta no haber acompañado a su padre, pero él le ordenó que fuera a la ciudad. Temprano, aquel domingo 12 de enero de 2003, su hija le alertó: “madre, el abuelo está en la televisión”. Brutalmente apaleado, Marcos Verón murió el día siguiente en el hospital.
Marcos Verón, de 70 años de edad, lideró el segundo intento de recuperar un área que consideraba tierra guaraní, porque allí vivieron sus antepasados y donde su tía fue “quemada viva en 1953”.
En 2001, su grupo tampoco logró mantenerse en la hacienda, en el municipio de Juti, pero el líder no soportó ver a su gente acampada a un costado de la carretera con “desnutrición y agua sucia” y encabezó la nueva “retoma”, recuerda su hija.
En estas tierras ubicadas al sur del estado, en la frontera con Paraguay, también en 2007 fueron asesinados a tiros Julite Lopes, de 73 años, y Ortiz Lopes, durante tres intentos de recuperar la tierra que los guaraníes denominan Kurusú Ambá. Varios indígenas fueron heridos y otros detenidos, insólitamente acusados de disparar contra sus propios parientes.
Estas muertes reflejan las de los 81 indígenas fallecidos el año pasado, según cifras del Consejo Indigenista Misionero aún bajo revisión; 53 eran de ese estado, donde las etnias autóctonas suman una población estimada en 65 mil personas, la mayoría guaraníes. En 2006, de 48 nativos muertos, 20 eran guaraníes. La sección estatal de la Orden de Abogados de Brasil (OAB), promovió una campaña con la consigna “Respete el indígena, genocidio no”. No es una posición consensual, porque hay más abogados defendiendo hacendados que indígenas en los conflictos que se intensificaron en las dos últimas décadas, ante las “retomas” en las disputas por tierras.
El número de muertos se acentúa en el Parque Indígena de Dourados. Allí viven cerca de 12 mil indígenas, la mayoría guaraníes del grupo kaiwoá. En 2007 fueron asesinados por lo menos 21, siete veces superior al promedio nacional. Además, en ese lugar se registran más suicidios de adolescentes que en otras zonas del país. En los últimos años también hubo crisis de desnutrición con muchas muertes de niños.
Son “indígenas matando indígenas”, gran parte a golpes de machete, usados en la cosecha de caña. Víctimas y autores son mayoritariamente jóvenes. La raíz de tanta violencia es la tierra limitada que configura un “confinamiento”, según antropólogos.
Los suicidios se deben a la “falta de tierra y de trabajo”, pero también al “abandono de la cultura tradicional”, opinó Jorge da Silva, “rezador”, líder religioso que se encarga de rescatar los rituales milenarios.
La violencia en las aldeas es “el más grave problema” entre los guaraníes, evaluó Antonio Brand, historiador y profesor de la Universidad Católica Don Bosco. La violencia, que afecta a la organización interna compleja de las aldeas, conduce a un “callejón sin salida”. “La causa original es el confinamiento”, afirmá Brand
Como dejan de lado a sus líderes y recurren a la policía, actualmente hay “una cantidad impresionante de indígenas presos”, apuntando a otro tipo de violencia que sufren los guaraníes, especialmente del grupo kaiwoá. En Mato Grosso del Sur hay “casi 500 indígenas presos”, informó Wilton Matos, quien vive en la aldea Jaguapirú y quien dirige la Comisión de Asuntos Indígenas.
“La violencia interna en las aldeas es por desesperación y protesta”, evaluó. Los indígenas son encarcelados por discriminación y muchos son acusados de estupro, porque es más fácil culparlos de un “crimen sin testigos”. Muchas veces se convierten en reos confesos porque, “cuando no comprenden una pregunta, los kaiwoás la responden afirmativamente”, una situación común para la mayoría que usa casi sólo su lengua y habla poco o nada del portugués, acotó.