Matar al periodista

Las 50 agresiones policiales contra periodistas documentadas durante las protestas en Catalunya hacen pensar en una estrategia coordinada para silenciar lo que ocurre en las calles.

(Carles Planas Bou – El salto) Catalunya - Furgonetas desbocadas atropellando manifestantes, detenciones arbitrarias y agentes irrumpiendo en locales privados a porrazo limpio. Tres semanas después que el Tribunal Supremo sentenciase con hasta 13 años de prisión a políticos y activistas independentistas, las incesantes protestas en las calles de toda Catalunya han evidenciado todo tipo de abusos y excesos de los cuerpos de seguridad.

Durante estos días de otoño caliente hasta 71 periodistas han sido agredidos mientras realizaban su trabajo. Y 50 de ellos se deben a actuaciones desproporcionadas tanto de los Mossos de Esquadra como de la Policía Nacional. “Que sea la policía quien pega a los periodistas rompe el relato de muchos medios de comunicación que sobredimensionan otros casos”, alerta Elisenda Rovira, coordinadora del Observatori Crític dels Mitjans, que desde el 2015 recuenta las agresiones a periodistas, vengan de donde vengan.

El elevado número de agresiones policiales contra reporteros y el poco pudor con el que estas se han producido han puesto en alerta a parte importante de un gremio que ve en esa actuación una estrategia coordinada para matar al mensajero, silenciar el periodismo que incomoda. Un golpe directo al derecho a la información.

Ojos que molestan

Recibir un porrazo entra en los planes de todo periodista cuando cubre una protesta. Es parte del trabajo. Pero cuando eso se convierte en norma hay que levantar la ceja. “La arbitrariedad de muchas actuaciones policiales hace pensar que el objetivo de las agresiones es intimidar a los periodistas y evitar que documenten posibles abusos”, denuncia un comunicado que firman más de 120 organizaciones, sindicatos y medios de comunicación catalanes. O como señaló Hibai Arbide Aza en este diario: “Lo grave es que la policía pega a la prensa para poder hostiar más fuerte y sin testigos a todos los manifestantes”.

El caso más escandaloso visto estos días es, con toda probabilidad, el de Albert Garcia, fotógrafo de El País. Tras documentar la detención violenta de un joven, los agentes de antidisturbios de la Policía Nacional se abalanzaron contra él. A pesar de que iba con un brazalete identificativo, un equipo de cámara y de los gritos de sus compañeros, lo tumbaron al suelo, lo esposaron y lo arrastraron a comisaría mientras agonizaba gritando “por favor”.

Las imágenes, grabadas por la periodista Anna Punsí, despertaron una indignación que quedó rápidamente sepultada por el relato de que la única violencia era perpetrada por los jóvenes manifestantes. “Estamos mucho más atentos cuando hay policía porque ellos sí son una amenaza”, explica Elise Gazengel, periodista freelance. “Los manifestantes ni nos insultan ni nos piden que salgamos del medio”.

Periodistas en la mirilla

El uso de pelotas de goma para reprimir las protestas es, desde hace años, un debate caliente en Catalunya. Tanto Policía como Guardia Civil siguen utilizando esta arma, pero los Mossos lo tienen prohibido desde abril del 2014. En su lugar utilizan foam. Aunque está pensado para dispersar a los manifestantes violentos, estos días también se han utilizado indiscriminadamente contra periodistas. Los sindicatos ven en ello un intento de “alejar a los reporteros del foco de la información”.

La tarde del viernes 18 Bernat Vilaró, de la Agència Catalana de Notícies (ACN), se encontraba junto a otros periodistas entre la calle Fontanella y la plaça Urquinaona, punto caliente de los disturbios, cuando un proyectil se estampó contra su cuello. “No podía respirar”, explica. La fuerza del impacto lo hizo salir disparado hacia atrás hasta golpear contra la persiana de un bar. “El médico me dijo que, sin la protección de la máscara de gas, me podrían haber reventado la tráquea”, añade. Iba identificado con un chaleco naranja y no había manifestantes a su alrededor.

Unas horas antes le tocó a Carlos Márquez, de El Periódico de Catalunya. “Estábamos parados charlando con otros periodistas y hablando con chicos que no hacían nada. Unos Mossos me dispararon en la pierna desde la furgoneta”, explica. El reportero cayó al suelo y los jóvenes le llevaron a los médicos para que atendiesen su herida. Aunque achaca ese exceso policial a que los agentes contaban con un dispositivo insuficiente, deja claro que esa agresión le parece “una locura”. “A mis hijos les conté que me lo hice haciendo deporte”, asegura. “Si les digo que es la policía quien me pega a partir de aquí ya no sé cómo responder a sus preguntas”.

A diferencia de las pelotas de goma, que tienen una trayectoria incierta, los proyectiles viscoelásticos que disparan los Mossos tienen una precisión casi milimétrica y no rebotan. “Donde apuntan es donde va la bola”, señala el fotoperiodista Jordi Borràs.

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