“Las múltiples dimensiones de la pobreza infantil”
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- Categoría: Infancia
- Publicado: Jueves 21 de Julio de 2016
Este es el título del último informe dado a conocer por el Observatorio de la de Deuda Social Argentina. Tomando los ingresos del grupo familiar, 4 de cada 10 niños y jóvenes de entre 0 y 17 años eran pobres en Argentina a fines de 2015. En un concepto multidimensional, las mayores carencias correspondieron a vivienda, saneamiento y alimentación. Red Eco Alternativo
(Red Eco) Argentina - Este informe del observatorio de la Universidad Católica Argentina, tomó el período 2010-2015 para determinar las múltiples dimensiones que inciden para que un niño o una niña sea considerado pobre.
Analizó diversas privaciones de derechos en un universo que abarcó niños, niñas y adolescentes de 0 a 17 años de edad residentes en aglomerados urbanos de la Argentina. (*)
En la lectura multidimensional, la indigencia y la pobreza no solo se miden por los ingresos que constituyen la cobertura de la canasta básica alimentaria (CBA: productos para cubrir el umbral mínimo de necesidades alimenticias) y la canasta básica total (CBT: que incorpora a los alimentos, los servicios básicos) sino también otras necesidades básicas como un hogar donde no viva hacinado, en el que haya baño, donde los niños que viven en él asistan a la escuela, en el que al menos una persona cada tres tenga trabajo, y en el que el jefe del hogar haya terminado la escuela primaria. (Necesidades Básicas Insatisfechas)
La falta de acceso a vivienda, alimentación, agua potable, cobertura en salud, información estimulación y educación son, en definitiva, los parámetros con que el Observatorio mide lo que denomina “Pobreza Multidimensional” moderada o severa. Según indican, tener pobreza moderada significa “una vulneración en el ejercicio de derechos que obstaculizan el desarrollo humano y social de la infancia pero cuyas consecuencias son reversibles en el mediano plazo”. En cambio la pobreza severa se plantea a partir de no poder acceder a “derechos esenciales para el desarrollo humano y cuyas consecuencias adversas son de difícil reversión en el mediano o corto plazo”.
Desde el punto de vista de las canastas básicas que miden pobreza ($ 7.033 para 2015) e indigencia ( $ 3.365 para 2015) según el ingreso de una familia constituida por 4 integrantes (dos adultos y dos niños entre 5 y 8 años ) , tomando como CBT $ 7033 y CBA $ 3365, ambas en 2015, los datos relevados arrojan el siguientes resultado:
En 2010 el 43,6 % de niños y jóvenes de entre 0 y 17 años eran pobres y un 11,8% eran indigentes. Luego de 5 años, la pobreza alcanzó a 40,4% y la indigencia al 9,2%. Estas cifras representan una leve disminución a pesar de los diferentes programas sociales con los que desde el Estado se buscó acercar algún tipo de contención social.
Lo que permite dar cuenta que la pobreza y la indigencia son fenómenos estructurales que no se han podido revertir a pesar de los años de altas tasas de ganancias para diversos sectores de la economía.
Volviendo al concepto de “Pobreza multidimensional”, los datos muestran cómo cada una de las dimensiones contribuyeron a ocasionar privaciones severas en los niños y jóvenes. Mientras que en el año 2010 las carencias afectaban en vivienda a 25%, alimentación 23%, agua potable 19%, educación/estimulación 17%, salud 10%, acceso a la información 6%; en 2015 las carencias afectaron en vivienda 28%, alimentación 19%, agua potable 17%, salud y educación/estimulación 17%, acceso a la información 10% y salud 8%. En síntesis, las carencias en vivienda y alimentación permanecieron como las más severas y alcanzaron durante todo el período a casi la mitad de los niños y jóvenes.
Las conclusiones a las que arriba el informe
En los últimos seis años, las infancias y adolescencias en la Argentina urbana, en alrededor de un 80%, forman parte del sistema de seguridad social. Ello fue posible por la ampliación del sistema con la implementación de la Asignación Universal por Hijo.
Empero, es claro que estas transferencias monetarias, aunque necesarias, no son suficientes para garantizar un nivel de vida adecuado para el desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social del niño/a, tal como se establece en la Convención sobre los Derechos del Niño.
Se estima que en 2015, 56,2% de la infancia se encontraba privada del ejercicio de derechos en al menos una de las dimensiones evaluadas, y el 19,2% en aspectos severos de éstas.
Vivienda, saneamiento y alimentación son derechos prioritarios que representan deudas pendientes, aun cuando se registraron progresos. Se logró mayor inclusión educativa, pero es un desafío terminar la escuela secundaria y mejorar la calidad de las ofertas educativas, procurando alcanzar mayor equidad en las estructuras de oportunidades.
El Defensor del Niño es una figura que contempla la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Ley 26.061) que está vigente desde 2005. No obstante, el defensor nunca fue nombrado.
(*) La muestra abarcó 17 aglomerados urbanos de más de 80.000 habitantes: Área Metropolitana del Gran Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y 24 Partidos del Conurbano Bonaerense), Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza, Gran Salta, Gran Tucumán y Tafí Viejo, San Rafael, Mar del Plata, Gran Paraná, Gran San Juan, Gran Resistencia, Neuquén-Plottier, Zárate, Goya, La Rioja, Comodoro Rivadavia, Ushuaia y Río Grande. Se trató de una muestra de hogares con un tamaño muestral de 5.700 casos. A partir de esta encuesta se relevó información de hogares, adultos de 18 años y más, y de los niños/as y adolescentes de 0 a 17 años. La muestra en niños/as y adolescentes fue de 6.396 en 2010, 5.598 en 2011, 5.426 en 2012, 4.715 en 2013, 4.929 en 2014, y 4.634 en 2015.