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Vila Autódromo, un barrio devastado por los Juegos Olímpicos

No es un escenario de guerra, Vila Autódromo es el barrio vecino al Parque Olímpico de Río de Janeiro. A poco menos de un año para que empiecen los Juegos, las familias que aún viven entre los escombros observan en primera fila cómo la ciudad se prepara para el gran evento. Los últimos coletazos de una favela arrasada por la especulación inmobiliaria.

(Paula López Barba – Diagonal) Brasil - Consolidada, pacífica y legal, esta comunidad de pescadores y trabajadores de la construcción empezó a ser levantada por las propias manos de sus moradores hace más de 25 años. Y allí vivían más de 500 familias hasta que en febrero del 2014 comenzó su desalojo forzoso, algo que viene a poner punto y final a la historia de luchas y conquistas que han hecho de Vila Autódromo un importante símbolo de resistencia contra los desahucios.
La actuación gubernamental es un ejemplo meridiano de la política territorial que se está imponiendo en la “ciudad maravillosa”. Este periodo de grandes eventos –Mundial de Fútbol en 2014 y Juegos Olímpicos en 2016– es también el que registra mayor número de expropiaciones en la historia de Río. Más de 70.000 personas han sido expulsadas de sus hogares entre 2009 y 2015.
Los vecinos que aún permanecen en Vila Autódromo conviven a duras penas con la incesante actividad de las máquinas que a su alrededor construyen carreteras, flamantes estadios y altas torres de apartamentos. Todo está lleno de grandes carteles que muestran las bonanzas del futuro barrio, como el del complejo de oficinas de impresionantes vistas “inspirado en los más importantes bussiness districts del mundo” o el mega proyecto de lujo Ilha Pura, “el primer barrio de América Latina con certificación leed de sostenibilidad”.
Porque el ritmo frenético de los preparativos no cesa. Unos operarios instalan modernos cables de fibra óptica por el terreno mientras otros talan los árboles. Con el ruido de las obras de fondo y un panorama desolador, entre los escombros y la basura, aún podemos ver escenas cotidianas. Una chica pasea a su perro, una familia se reúne en el jardín, un niño juega en la calle. Son los últimos coletazos de esta comunidad. Ahora, lo más habitual es encontrarse por sus calles devastadas con personas que se acercan a conocer y documentar el desastre.
La actuación gubernamental es un ejemplo meridiano de la política territorial que se está imponiendo en la “ciudad maravillosa”. Este periodo de grandes eventos –Mundial de Fútbol en 2014 y Juegos Olímpicos en 2016– es también el que registra mayor número de expropiaciones en la historia de Río. Más de 70.000 personas han sido expulsadas de sus hogares entre 2009 y 2015.
“No podemos pagar con nuestros hogares, el derecho de que Río tenga una Olimpiada”, dice una pintada, de la que apenas quedan los restos. A las familias desalojadas se les indemniza o se les reasienta en el conjunto habitacional Parque Carioca, a un kilómetro de distancia.
La pregunta que muchos se hacen es si era necesario destruir este lugar y con qué fin. De hecho, el proyecto de Parque Olímpico que está siendo ejecutado –vencedor de un concurso del Instituto de Arquitectos de Brasil (IAB)– respetaba la permanencia de la Vila Autódromo. Tampoco un plan de urbanización premiado internacionalmente ha sido suficiente para detener la destrucción de esta comunidad, declarada por las propias autoridades del lugar “de especial interés social". Este proyecto alternativo fue presentado en 2013 por los vecinos, un equipo técnico de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y otro de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y ganó el premio internacional Urban Age Award del Deutsche Bank y de la London School of Economics and Political Science.
Como se demuestra en dicho estudio, en Vila Autódromo no hay ni crimen organizado ni problemas estructurales graves. Su pecado es estar edificada en un terreno demasiado goloso para quienes han decidido borrarla del mapa y construir una nueva “ciudad para la élite”, como la llama Carlos Carvalho, propietario de Carvalho Hosken, la principal constructora del efervescente barrio Barra de Tijuca. Esta empresa, valorada en 15 billones de reales, forma junto a Odebrecht y Andrade Gutierrez el consorcio Rio Mais, responsable de la mayor parte de las obras del Parque Olímpico.
Siguiendo las predicciones de expansión del Plan Director del urbanista Lucio Costa, el visionario Carlos Carvalho compró tierras hace 40 años en esta zona tan apartada del centro de Río de Janeiro. En los 65 años que lleva al frente de la poderosa constructora, de la que es su único accionista, ha adquirido ya 10 millones de metros cuadrados. Se le conoce como el “dueño de Barra” y va camino de convertirse en la persona que más provecho va a sacar de unos Juegos Olímpicos en toda su historia.
Nota completa: https://www.diagonalperiodico.net/global/27923-brasil-juegos-olimpicos-desalojan-otras-500-familias.html

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