Los trabajadores y el pueblo anuncian su madrugada

Una vez más, la crisis cae como un techo de plomo sobre los trabajadores y el pueblo, en un contexto de alta inflación y aumento del costo de la vida, desempleo creciente, flexibilización laboral, y congelamiento o abierta baja salarial.


(Andrés Figueroa Cornejo – Rebelión) Chile - Ni las inyecciones estatales de recursos a las entidades financieras y bancarias destinadas a ofrecer crédito a los pequeños y medianos patrones que emplean al 80 % de la fuerza laboral (casi 5 millones de asalariados), logran detener el acelerado deterioro de las condiciones de existencia de las grandes mayorías. La capacidad de créditos de consumo para los chilenos de a pie, es decir, la realidad dramática de llegar a fin de mes a punta de préstamos que muerden más de la mitad del salario mensual, también comienza a tocar sus propios límites.
De la acumulación de atrasos en pago de deudas, a la franca cesación de pagos, existe una frontera frágil que aumenta sostenidamente entre amplias franjas sociales empobrecidas. Basta que el desempleo se despliegue con mayor violencia para que se multipliquen las judicializaciones por no pago y se redoblen los remates de bienes (sobre todo, de viviendas). La extrema liberal capitalista que gobierna las relaciones sociales y económicas del país desde hace más de 30 años, comienza a sentar las bases de la mala vida generalizada y el subsecuente malestar popular. El tránsito dinámico del malestar a la organización y de la organización a la protesta en clave de masas, sólo es cuestión de tiempo.
Las huelgas de trabajadores organizados de diversos sectores económicos del país se vuelven panorama cotidiano. Como botones de muestra, más de mil asalariados contratistas de Endesa, Enersis y Chilectra llevan más de una semana de paro exigiendo mejoras salariales y de seguridad laboral. Asimismo, 1200 trabajadores de Supermercados Santa Isabel, propiedad de la multimillonaria CENCOSUD –uno de los complejos privados que más renta en Chile- ejercen la huelga desde hace 5 días por demandas económicas. Por su parte, los casi 400 mil trabajadores públicos agrupados en la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), han protagonizado paros, marchas, y concentraciones a lo largo de todo Chile que en su cima han superado las 20 mil personas, exigiendo un reajuste de un 14,5 %, en atención a que la inflación acumulada raya en el 10 %.
Como se ha vuelto costumbre trágica, cada episodio de protesta laboral es duramente reprimido por orden gubernamental. Muchos de sus dirigentes son militantes de partidos de la Concertación, la cual se niega terminantemente a acceder a las demandas de los asalariados, respondiendo “con palo y duro”.
Pero la organización paulatina de los trabajadores ya conjunta sus empeños. Producto de las multimillonarias pérdidas de los fondos previsionales administrados por las privadas AFPs, cuyos montos han desaparecido en un 25 % de su total, esto es, en casi 30 mil millones de dólares (hechos añicos por la especulación financiera alentada por el propio sistema de capitalización individual y la Reforma Previsional de Bachelet), diversas organizaciones sindicales, más allá de sus distancias políticas, reivindican como una sola fuerza un nuevo paradigma de seguridad social para los asalariados. Es así que confederaciones, federaciones y sindicatos de la salud, la banca, la madera, el cobre, empleados públicos, servicios, comercio y empresas privadas en general, han construido recientemente una mesa común bajo la consigna de Fin a las AFPs.
Asimismo, están diseñando un plan de movilizaciones a nivel nacional para impulsar la creación de un nuevo régimen integral y único de previsión y seguridad social basado en el reparto solidario, la universalidad, el financiamiento tripartito y la participación protagónica de los propios trabajadores en la gestión de los recursos producidos por su labor, con pleno respaldo estatal.
En medio de la primavera chilena, los de abajo organizan las primeras puntadas del futuro.
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