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Tratado Global de los Océanos naufraga a ritmo de saqueo

La cuarta ronda de negociaciones hacia el llamado Tratado Global de los Océanos (IGC4), que finaliza este viernes y se ha estado llevando a cabo en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York desde el 7 de marzo, va a acabar en un nuevo fiasco.

El objetivo de la conferencia, cuya primera edición fue en 2018, es que las naciones del planeta acuerden una política común para las aguas internacionales, aquellas que están más allá de la jurisdicción de un país, con especial énfasis en la protección de su biodiversidad. Suponen el 64% de la superficie oceánica de la Tierra, un territorio sin ningún tipo de normativa donde la falta de controles hacen de estos lugares espacios en los que los excesos en la sobrepesca, la contaminación o la persecución de especies amenazadas salen impunes.

La excepción son las áreas donde existen acuerdos sectoriales, como los que regulan la captura de ciertas especies, o regionales, como es el caso del de las naciones árticas sobre el polo, un acuerdo no vinculante. De fondo existe la dura realidad que supone la alarmante pérdida de biodiversidad marina, que ha llevado a cientos de especies contra las cuerdas, y el hecho de que solo el 1% de las aguas de los océanos gozan de algún tipo de protección medioambiental.

El Tratado Global de los Océanos es la herramienta que ha estado en discusión estos días y que busca paliar, al menos en parte, esa carencia. Pero si en agosto de 2019, última ronda realizada, las 190 naciones participantes no llegaron a ningún acuerdo y se entabló a la siguiente ronda para conseguirlo, en 2022, una cumbre que llegaba con años de retraso, el resultado ha sido similar.

Objetivo 30x30

Greenpeace, uno de los grupos ecologistas más activos en la defensa del Tratado Global de los Océanos califica de “fracaso” esta nueva ronda de negociaciones, que entablan para el debate a una futura quinta edición. “Las negociaciones se han desarrollado con una lentitud pasmosa durante las últimas dos semanas en la ONU y la falta de acuerdo sobre una serie de cuestiones clave no se corresponde con la emergencia ambiental”, denuncia la rama española de la organización medioambiental.

En el punto de mira estaba conseguir salvaguardar al menos un 30% de los océanos para el año 2030, pero como señala Pilar Marcos, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace, “las promesas de los gobiernos para proteger al menos un tercio de los océanos del mundo para 2030 no se están cumpliendo”.

“Es obvio que nuestros océanos están en crisis, y si no logramos un Tratado Global de los Océanos lo suficientemente ambicioso que necesitamos en 2022, no hay forma de crear santuarios oceánicos en aguas internacionales que nos permitan lograr el objetivo de 30x30. Este tratado es crucial porque todos dependemos de los océanos: desde el oxígeno que produce hasta la seguridad alimentaria que nos brindan”, subraya Marcos.

Por su parte, el Gobierno español ha hecho público su apoyo a esta iniciativa, formando parte de la llamada High Ambition Coalition, el grupo de naciones a favor de la protección de un tercio de los océanos. Sin embargo, desde Greenpeace denuncian que “si este compromiso es real y no un mero lavado verde, el Gobierno debe asumir con verdadero liderazgo que se adopte el Tratado antes de fin de año”, con lo que piden que España incremente su ambición y promueva un aumento de la misma en el grupo de 47 países que forman la High Ambition Alliance.

En concreto, abogan por que ese apoyo contemple que en el Tratado se incluya la declaración de Áreas Marinas Protegidas en alta mar que limite la actividad pesquera industrial sin delegar exclusivamente esta gestión pesquera a las Organizaciones Regionales de Pesca, que no contemplan la gestión integral de todo el ecosistema marino y que, según el informe El calamar en el punto de mira: receta para el desastre, publicado por Greenpeace la semana pasada, son, en bastantes casos, responsables de la emergencia ambiental de los océanos.

Burocracia vs ambición

Para la organización ecologista, que está monitoreando el ritmo de las negociaciones, una nueva ronda de negociaciones oceánicas, que posiblemente tendrá lugar a finales de año, “no puede permitirse el lujo de ser solo un tema de debate sin aterrizaje”. Critica el ritmo burocrático del encuentro y remarca que, para superar la falta de consenso sobre temas clave en el tratado, los ministros y jefes de Estado “deben reunirse de manera proactiva y constante para trazar cómo pueden negociar con éxito el tratado que nuestros océanos necesitan desesperadamente en 2022”. “Cualquier cosa que no sea así llevará a un fracaso en la protección marina”, añaden.

Greenpeace ha puesto de relieve que, mientras las naciones del mundo fracasaban en la llegada a un acuerdo clave para frenar la rama oceánica de la llamada Sexta Extinción Masiva de especies, el Artic Sunrise, uno de los buques de la ONG, se ha topado con una extensa flota de más de 400 barcos saqueando el océano en el Atlántico sur, en el llamado Blue Hole. Conocida como el “salvaje Oeste de los mares”, el área no tiene ningún tipo de regulación más allá de las del pabellón del barco en cuestión, habitualmente mínimas o testimoniales por las políticas de bandera de conveniencia.

“Desde la cubierta del Arctic Sunrise puedo ver innumerables barcos de pesca industrial en el horizonte. Contamos 265 barcos dentro de un rango de 35 km de distancia a nuestro barco, y más de 400 en el 'Blue Hole'”, señalaba Luisina Vueso, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace Andino, a bordo del Arctic Sunrise. “No estamos hablando de pequeñas embarcaciones, el océano está salpicado de enormes barcos industriales y apenas hay escrutinio. Durante las últimas dos semanas, los gobiernos reunidos en la ONU para negociar un Tratado Global de los Océanos han estado hablando, hablando y hablando, pero aquí está la realidad. Saqueando con oscurantismo para obtener ganancias, empujando al colapso de la biodiversidad marina y amenazando la salud del ecosistema más grande de la Tierra. Es terrible de ver”, denunciaba. 

Fuente: El Salto

 
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