Navidad de monseñor Cappio

Monseñor Luiz Flávio Cappio, está en Bahía, decidido en su huelga de hambre contra la transposición del Río San Francisco.

(Frei Betto – Rebelión) Brasil - El río, que corta el corazón de Brasil, lleva el nombre del santo patrono de la ecología, debido a su amor por la naturaleza, con la cual mantenía relación de alteridad y empatía: Hermano Sol, Hermana Luna.
Lo que pocos notan es que el mentor de monseñor Cappio era, en el siglo XIII, un crítico radical de los orígenes del capitalismo. El feudalismo se erosionaba por su inercia y los burgos, las futuras ciudades, despuntaban bajo las luces del redescubrimiento de Aristóteles y los nuevos emprendimientos mercantiles. Bernardone, padre de Francisco, rico propietario de una manufactura de tejidos, importaba de Francia los tintes para colorear su producto. Su admiración por la metrópoli le condujo a bautizar a su hijo –como Francesco- en homenaje a Francia.
Hoy, el franciscano monseñor Cappio se posiciona al lado de las víctimas de la transposición de las aguas del San Francisco. El PT (Partido de los Trabajadores), históricamente, era contrario al proyecto. Y también estaba en contra de la CPMF (Contribución Provisional sobre Movimientos Financieros). Una vez en el gobierno, cambió, como también cambió en tantas otras cosas. Cambió para no realizar las transformaciones prometidas, como la agraria. Cambió para desfigurarse como partido de los pobres y de la ética. Cambió para parecerse más a sus adversarios políticos.
En Sobradinho (BA), en la capilla consagrada al santo que da el nombre al río, el obispo hace su gesto solitario, aunque también es objeto, en Brasil y en el exterior, de muchos apoyos solidarios. Su primera huelga de hambre, por 11 días, fue en 2005. Monseñor Cappio rechazó alimentarse hasta que el gobierno prometiese rediscutir el proyecto y promover la revitalización de río. Según el obispo, Planalto no honró el compromiso.
Monseñor Cappio desconfía de que la transposición beneficiará a los pobres de la región, que viven de la pesca y del cultivo familiar, pero sí al gran capital.
¿Quién ha visto a un gobierno hacer una obra de bulto para beneficiar al pobre? Ni siquiera el gobierno Lula invirtió suficientemente en el programa de construcción de 1 millón de cisternas de captación del agua de la lluvia, que pondría fin a las agruras de la sequía en el semiárido. Apenas el 25% de las cisternas fueron construidas, igualmente gracias al apoyo de la iniciativa privada. Ciudades sin suficiente saneamiento son beneficiadas por viaductos para el confort de quien transita en coche.
¿Quién tendrá acceso al agua transpuesta? ¿La seca o la cerca? No tiene sentido ese proyecto en una región donde todavía predomina el latifundio y cuya población, cerca de 12 millones personas, no tiene acceso a la propiedad de la tierra. En el proyecto no están incluidas las 34 comunidades indígenas y las 153 quilombolas ubicadas en su radio de acción.
El propio organismo que responde por las cuencas hidrográficas, el Comité de la Bacía Hidrográfica del Río São Francisco, está contra el proyecto, pues ignora las estructuras sociales arcaicas de la región, lo que significa, en la práctica, fortalecerlas.
Lo que monseñor Cappio reivindica es simple y democrático: que el gobierno debata el proyecto con la sociedad, sobre todo con los ribereños del San Francisco. La obra tendrá profundo impacto en toda la extensión territorial del país y, sobre todo, repercusiones ambientales y sociales.

 

Our website is protected by DMC Firewall!