Red Eco Alternativo ***

La lucha de Coca Cola y el sindicalismo ante la empresa global

Lejos del relato concreto del conflicto, con la lucha de la plantilla y de las familias de Coca-Cola Fuenlabrada, se ha demostrado que es posible vencer a una de las multinacionales más poderosas del planeta. Estamos ante una de las primeras muestras del ejercicio exitoso del conflicto obrero ante la empresa global.

(Eddy Sanchez – Rebelión) España - Del debate con los trabajadores de Coca Cola se desprenden cuatro elementos que podrían indicar por donde vienen los tiros del ejercicio del conflicto obrero en las sociedades actuales:
El primero, ejercer la huelga en su dimensión política. No tomar por tanto la huelga desde el punto de vista de sus resultados (tal y como lo hacen aquellos sectores que quieren cuestionar dicho derecho) como por lo que significa, la huelga como el aglutinador del colectivo laboral agredido. Si la clase empresarial se unifica ante el ejercicio de la máxima expresión de violencia en las sociedades contemporáneas, la capacidad de despedir; la huelga implica que en una sociedad donde el mercado es el eje, los trabajadores reivindican mediante la huelga, su rol político, rompiendo con el monopolio la ordenación de un sistema de trabajo dirigido y controlado por el empresariado. La huelga no aparece como una mera acción en el conflicto laboral, sino que asume una neta dimensión política frente al proyecto de sociedades donde la “libertad de empresa” se entiende como “libertad para despedir”.
En segundo lugar, ejercer el conflicto no solo dentro de una visión particular del mismo -el conflicto de los trabajadores frente al cierre de la fábrica de Coca Cola-, sino hacer del conflicto concreto de Coca Cola la expresión de todo el malestar social que existe en la sociedad del trabajo precario. Los trabajadores de Coca Cola no solo han unificado el malestar de la plantilla, familiares, empresas auxiliares y pequeño comercio de Fuenlabrada frente al cierre de una fábrica de 750 puestos directos, sino que con su presencia constante en las calles madrileñas, han ejercido un poderoso rol simbólico del malestar que cualquier madrileño o madrileña media experimenta cada día que va a trabajar. Expresar en la calle, en las redes o como consumidor, aquello que el empresariado antidemocrático de este país no deja expresar en el puesto de trabajo, el deseo de una sociedad en torno al trabajo decente.
En tercer lugar, buscar una nueva dimensión a las estrategias de boicot a una marca. Se equivoca Pablo Iglesias al decir en una entrevista en Tele Cinco, que los boicot no funcionan. Deseoso de dar protagonismo único a lo “electoral”, el líder de Podemos hizo de menos a estrategias basadas en el boicot a empresas. Aquí los trabajadores de Coca Cola han tenido uno de sus máximos triunfos, constatado en la caída en picado de las ventas de dicha bebida en Madrid. El lema ya no es “no bebas Coca Cola” sino “Si Madrid no produce Madrid no consume”, lo que viene a decir que los trabajadores de Coca Cola no se centran tanto en convencer en que no hay que consumir, sino que vincular el boicot a un feroz y eficaz ataque a la imagen de marca de la empresa.
Si la actividad productiva esta globalizada, al paro en una planta ya no es garantía de la desaparición de ese producto en el territorio en el que se emplaza la fábrica, debido a que la empresa puede desplazar la producción a otra planta o traerlo directamente de fuera. Pero a lo que sí es sensible una multinacional es a su imagen de marca. Ante la diversidad cultural y de formas de vida, la multinacional intenta crear una homogeneidad cultural mediante la asociación de su marca a un ideal, en el caso de Coca cola, un ideal de vida. La gente consume Coca cola en todo el mundo porque esa bebida es expresión de modernidad, vida urbana e independiente, expresión de libertad individual y de felicidad, que se te vea consumir Coca Cola es moderno. Pero los obreros de Coca cola con sus camisas rojas y su presencia constante en las céntricas calles comerciales madrileñas nos recuerdan que consumir Coca Cola es mandar familias a la calle, es posicionarse con lo peor del empresariado español, es una acción cutre; mientras lo moderno, lo valorado socialmente es precisamente no consumir Coca Cola, quien no consume Coca Cola y lo dice y lo hace público siente el reconocimiento social. Los resultados son claros, bajadas de hasta un 40% del consumo de la bebida.
El campamento es el punto de referencia, símbolo de un conflicto latente, presencia molesta para la empresa, el campamento nos recuerda el origen obrero del conflicto y el protagonismo de la plantilla en el ejercicio colectivo de su lucha.
Estamos por tanto ante uno de esos conflictos que abren una época. La lucha de Coca Cola como la expresión más completa de la eficacia de la lucha obrera en el mundo de la empresa global y de la recuperación del mejor sindicalismo de CCOO. El conflicto de Coca Cola y el regreso del conflicto obrero como la tarea pendiente al izquierda.

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